ALONSO / D. MILLET Jugar al fútbol en el campo del San Andrés es un deporte de alto riesgo. Para poder acceder, jugadores y aficionados tienen que atravesar lo que algunos de ellos califican como "un gran campo de batalla". Desde 2006, cuando se inauguró este terreno en Las Huertas después de ser demolido el anterior en la entrada del barrio, los jugadores y aficionados no cuentan con accesos y se exponen a caídas y a quedarse sin ambulancia si se produjera una emergencia.
La carretera siempre ha sido de tierra con muy pocos tramos asfaltados. Sin embargo, desde hace cinco meses y debido a las obras de urbanización de la zona en el que fue construido, tienen que dejar los vehículos a más de 500 metros y recorrer entre escombros, planchas y barandillas sueltas el camino que los separa del césped.
El balón pasa de un lado a otro sin que nadie asuma la responsabilidad. Algunos de los vecinos de Las Huertas, por cuyas propiedades deberían pasar los accesos, el Ayuntamiento y la empresa que realiza las obras se intercambian la pelota sin pararse a pensar en la seguridad de las más de 200 personas que cada día utilizan esta instalación. Los terrenos donde se ubicaba el antiguo campo de fútbol de este barrio, un lugar que ahora ocupa el conocido mamotreto, pertenecían a los fundadores del Club Deportivo San Andrés antes de 1930. Tras muchos debates e intentos de acuerdo, los responsables del espacio y los miembros de su junta directiva decidieron permutar unos solares con el Consistorio con la condición de que se les construyera otro campo de fútbol.
A pesar de todas las dudas a las que tuvieron que enfrentarse, los directivos del club tenían claro, en un primer momento, que saldrían ganando. Aunque tuvieran que abandonar el espacio que los había acogido durante décadas, tendrían la posibilidad de desempeñar el juego en unas instalaciones mucho más modernas, como así ha sido, y tanto aficionados como deportistas estarían en mejores condiciones. Además, "después de muchas presiones", explica Tomás Armas, portavoz del Club Deportivo San Andrés, "no quedó más remedio que aceptar lo que se imponía desde el Ayuntamiento". Ahora se han dado cuenta de que la decisión no fue la más acertada.
En 2006 se produce el traslado a Las Huertas. "En parte fue culpa del Club, porque no deberíamos habernos marchado sin tener el acceso terminado", asume Armas. Sin embargo, en el mes de septiembre, "creyendo todas las promesas", se mudaron y comenzaron la temporada en este nuevo enclave. Después de años de lucha, siguen sin un acceso "al menos decente". Y asumen que la situación continuará "durante años", remarca el portavoz, ante tantos pleitos abiertos.
Entre las opciones que plantean, "al darnos cuenta de que nunca nos harán caso", dice Armas, está la de recurrir al Diputado del Común o la de presentar una denuncia en los juzgados contra los concejales responsables de las áreas de Urbanismo, Servicios Públicos y Seguridad Ciudadana cuando ocurra cualquier incidente.
La carretera siempre ha sido de tierra con muy pocos tramos asfaltados. Sin embargo, desde hace cinco meses y debido a las obras de urbanización de la zona en el que fue construido, tienen que dejar los vehículos a más de 500 metros y recorrer entre escombros, planchas y barandillas sueltas el camino que los separa del césped.
El balón pasa de un lado a otro sin que nadie asuma la responsabilidad. Algunos de los vecinos de Las Huertas, por cuyas propiedades deberían pasar los accesos, el Ayuntamiento y la empresa que realiza las obras se intercambian la pelota sin pararse a pensar en la seguridad de las más de 200 personas que cada día utilizan esta instalación. Los terrenos donde se ubicaba el antiguo campo de fútbol de este barrio, un lugar que ahora ocupa el conocido mamotreto, pertenecían a los fundadores del Club Deportivo San Andrés antes de 1930. Tras muchos debates e intentos de acuerdo, los responsables del espacio y los miembros de su junta directiva decidieron permutar unos solares con el Consistorio con la condición de que se les construyera otro campo de fútbol.
A pesar de todas las dudas a las que tuvieron que enfrentarse, los directivos del club tenían claro, en un primer momento, que saldrían ganando. Aunque tuvieran que abandonar el espacio que los había acogido durante décadas, tendrían la posibilidad de desempeñar el juego en unas instalaciones mucho más modernas, como así ha sido, y tanto aficionados como deportistas estarían en mejores condiciones. Además, "después de muchas presiones", explica Tomás Armas, portavoz del Club Deportivo San Andrés, "no quedó más remedio que aceptar lo que se imponía desde el Ayuntamiento". Ahora se han dado cuenta de que la decisión no fue la más acertada.
En 2006 se produce el traslado a Las Huertas. "En parte fue culpa del Club, porque no deberíamos habernos marchado sin tener el acceso terminado", asume Armas. Sin embargo, en el mes de septiembre, "creyendo todas las promesas", se mudaron y comenzaron la temporada en este nuevo enclave. Después de años de lucha, siguen sin un acceso "al menos decente". Y asumen que la situación continuará "durante años", remarca el portavoz, ante tantos pleitos abiertos.
Entre las opciones que plantean, "al darnos cuenta de que nunca nos harán caso", dice Armas, está la de recurrir al Diputado del Común o la de presentar una denuncia en los juzgados contra los concejales responsables de las áreas de Urbanismo, Servicios Públicos y Seguridad Ciudadana cuando ocurra cualquier incidente.
Domingo Brito es el presidente del San Andrés. "El Club se arrepiente continuamente de todo lo que ha ocurrido", analiza. "Nosotros solo intentamos luchar por lo que es nuestro, respetando mucho la propiedad privada de los vecinos de Las Huertas", aporta Brito. "Debe ser la Gerencia de Urbanismo la que asuma el compromiso que adquirió con nosotros. Entendemos que haya que esperar a que salgan los juicios y a que se decida qué va a pasar con esos terreros, pero, mientras tanto, nuestros deportistas están bajo el riesgo de sufrir un percance", señala el presidente.
"El fútbol es un deporte de contacto donde alguien puede resultar herido con un corte, una fractura o una contusión. Si una ambulancia no puede llegar al campo, como ocurre aquí, la lesión puede ser fatal", aporta Onésimo Díaz, antiguo masajista del CD Tenerife que ahora colabora de manera altruista, como el resto de entrenadores, con el San Andrés.
El problema de Las Huertas es el mismo que enfanga el futuro de Las Teresitas: los pleitos judiciales originados por la compra-venta de los terrenos entre 1998 y 2001. Las Huertas estaba en el lote comprado por Inversiones Las Teresitas a la Junta de Compensación en 1998 por 5.500 millones de las antiguas pesetas. Según el concejal de Urbanismo, José Ángel Martín, esta zona está pendiente de que la Justicia aclare cómo ejecutar varias sentencias favorables a residentes de la zona que denunciaron que la Junta de Compensación se apropió de terrenos de su propiedad. "Si el juez aclara que basta con una indemnización, se compensará a esos vecinos y se seguirá con la urbanización. Si dice que no basta con una indemnización, cabría la posibilidad de tener que reordenar toda esta zona, con lo que se retrasaría todavía más la construcción de los accesos al campo de fútbol".
Pedro González, responsable de Desursic, la empresa que lleva las obras, admitió que los jugadores y aficionados del San Andrés corren riesgo por tres razones: la falta de canalización del barranco que les expone a una inundación, los restos de obras que provocan el riesgo de caídas y la imposibilidad de que una ambulancia acceda al campo.
González echa la culpa al Ayuntamiento y al hecho de que no haya cedido los terrenos necesarios para canalizar el barranco y poder construir los accesos al campo. El portavoz de la constructora añadió a los problemas las demandas de un vecino de que parte del suelo anexo a la instalación deportiva es de su propiedad, cuando el empresario entiende que es suelo municipal. "Si nos cedieran esos terrenos para llevar a cabo una obra que es pública y necesaria para acabar con el riesgo de inundaciones, los accesos al campo de fútbol se harían en tres o cuatro meses", señaló González. "Nuestro deseo es ayudar al equipo y al barrio, pero el Ayuntamiento se niega a poner de su parte. Solo hay que ver cómo está todo en San Andrés, con las obras paralizadas".
Gregorio Reverón pertenece a la junta directiva de la Asociación de Vecinos El Pescador de San Andrés. Cada día que pasa da las gracias porque no llueva, al igual que hacen muchos de los familiares de estos jugadores. "Podría ocurrir una auténtica desgracia si cayera mucha agua en las cumbres. Llegaría hasta el pueblo casi sin que nos enteráramos", explica. El mayor temor de este vecino, al igual que otros muchos residentes y usuarios habituales del campo, es que los deportistas, sus familiares y el resto de aficionados puedan quedar atrapados en el interior del recinto sin poder salir. "Si hay que atravesar un río para poder escapar tendrán que buscar otra alternativa que ahora no existe por ninguna otra vía", apunta.
Gertrudis Cabrera es la abuela de uno de los jugadores de la categoría de infantil. Todos los días que su nieto entrena acude desde el centro del pueblo para verlo. "Ya es duro el camino pero hacerlo entre tierra y piedras es, además, muy peligroso". Como ella, Cristi Cabrera acompaña a su hijo, que juega en la categoría prebenjamín. "Llevamos muchos años sufriendo esta situación y ya es hora de que nos den una alternativa", sentencia.
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